Cambiar de residencia por unos meses.
Dejar la rutina e inventar otra.
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Tijuana me espera y la espera no reconoce la esperanza de iniciar-terminar un proyecto académico que tienen mucho de personal. Tijuana me llamó nuevamente. La frontera me ha llamado siempre. Hace siete años vine por primera vez. En aquella ocasión empezaba a indagar algo que me era completamente ajeno. Ahora vuelvo para cerrar un ciclo.
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He dejado mi departamento vacío con la esperanza de que alguien lo ocupe en mi ausencia. Es complicado hacer maletas nuevamente, sobre todo cuando los cambios de casa han sido una constante en mi vida. Pensaba que lo mío era la estabilidad. Ahora lo entiendo, lo mío es la movilidad, estar un tiempo acá, otro allá. Lo curioso es que soy un papalote, no un águila. Necesito sentir que hago tierra en un punto, que algo me ancla para poder volar, de otra forma el vuelo casi siempre es una simulación, como también lo es volar como papalote. Contradicciones de la vida.
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Mi corazón no tiene clave ni llave, sólo un hilo que pende de un palo. Quien sepa estirar lo suficiente el hilo y jalar de vez en cuando me tendrá para siempre.
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