Me gustan los números divisibles entre cinco. La tabla de multiplicar es de las más sencillas. Me gustan los números pares. El cincuenta es un número dócil, aunque llegar a los cincuenta no es una operación matemática sino ontológica.
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Tijuana no deja de sorprenderme. Estudiantes que dan la bienvenida a quienes cruzan la garita del lado mexicano disfrazados de vacas, luchadores, personajes de caricatura. Un ambiente festivo que contrasta con la solemnidad de un cruce fronterizo donde largas filas de gente esperan en una procesión cotidiana para pasar "al otro lado". A algunos el desacato de quienes por altavoz anuncian la llegada a un país, a su país, puede ser un espectáculo grotesco o un performance fronterizo. Para los que están haciendo la fila el espectáculo es estridente, invasivo, ensordecedor. Tijuana no deja de sorprenderme.
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Esperar de pie por horas para cruzar la linea implica paciencia, destreza mental, concentración para que los elementos externos que circunscriben la espera no hagan merma en el estado anímico antes de que el agente aduanal te entreviste. Un descuido, una sonrisa en falta, una explicación de más podría ser la causante de la negativa para cruzar al otro lado.
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Cruzar es un shock anímico.
Cruzar es sentir mareo.
Cruzar es sentir alivio.
Cruzar es soltar el cuerpo.
Cruzar es una experiencia psicológica.
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Qué tan introyectado están el territorio La nacionalidad, la ciudadanía, la pertenencia a un país, la cultura... En nuestro inconsciente?
Cuales son los mecanismos mediante los cuales los estados, los gobiernos, logran la nulidad de criterio en un alto porcentaje de la población?
Por qué la sensación de llegar a "mi" país produce seguridad aunque "el" país sea completamente cuestionable?
Será que sólo los constructos socioculturales son los únicos que amalgaman la necesidad de pertenecía?
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