8.7.13

Día 121

Hoy en una reunión donde estábamos puras mujeres una de nosotras preguntó al resto, un poco para romper el hielo, otro tanto para hacer tiempo mientras iniciábamos la sesión, tres preguntas: quién había bebido alcohol, quién había bailado y quién había tenido relaciones sexuales durante el fin de semana. De las  diez que éramos a la primera pregunta contestamos casi todas que sí; a la segunda y tercera sólo dos. Me sorprendí. Obviamente al observar el comportamiento de las que ahí estábamos una vez hecha le pregunta mi cabeza se puso a girar en un tacón. O se piensa poco en el sexo o las mujeres de una generación están ocupadas en otras cosas, no sé si más importantes pero posiblemente menos satisfactorias.

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Ya que estamos en las confesiones, el otro día me puse a ver unos vídeos porno. Me sorprendió gratamente la forma en cómo los asiáticos se vinculan con su cuerpo. En Occidente se somete a la mujer o es la mujer quien da placer al hombre. En la pornografía que se puede ver en internet o en la televisión el cuerpo de la mujer es el que se expone, el que seduce, el violentado. Una simulación de ofrecer placer a quien observa. El cuerpo del hombre está menos expuesto incluso se esconde . El hombre elabora el performance de la virilidad y la mujer de la sumisión. Aburrición total después de tres minutos. Lo mismo pasa en las parejas homosexuales, ya sean hombres con hombres o mujeres con mujeres. Alguien toma el papel de lo masculino y el/la otra de lo femenino. Doblemente aburrido. Ya de los vídeos caseros ni hablamos porque son menos interesantes. Estaba en ello cuando me llamó la atención el video de una chica asiática. Al momento de ponerlo vi que era una chica y un intersexual (hermafrodita). No pude evitar sentir pudor. Se activó mi moral y pensé en si era ético presentar un cuerpo hermafrodita. Después de esta primera impresión pensé que quizá es importante hacer visible otros cuerpos, los cuerpos que han sido doblemente sometidos y expulsados del discurso de la heteronormatividad. Una vez que se terminó decidí seguir indagando y vi uno más: dos hombres y una mujer. Inmediatamente me imaginé una escena brutal de violencia contra la mujer, pero fue todo lo contrario. Los dos hombres asiáticos se dedicaron a seducir a la mujer, a besarla, a estimularla con delicadeza, aunque nuevamente el cuerpo femenino fue el que estaba expuesto, el masculino se escondía tras las imágenes de la excitación femenina. Independientemente de lo que se pueda pensar de la pornografía, no voy a enarbolar un debate moral, digo que me sorprendió gratamente el manejo del cuerpo pues en Oriente se piensa en el acto sexual como un acto tántrico, no sólo un acto de proveer o sentir placer, o un acto de dominacion-sujecion, sino un acto de conectarse con el ser en lo más sublime de su existencia. Claramente creo que la pornografía no pretende erigirse como el camino a la iluminación de sus seguidores pero resulta interesante y morboso evidenciar esas diferencias entre culturas.

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