25.7.13

Día 138

El otro día me preguntaba cómo había llegado la sociedad alemana a cierto nivel de bienestar social. También mencionaba que seguramente había algo que se me escapaba, algo que no estaba observando bajo la cortina de humo de una sociedad que parece casi perfecta. No demoré en encontrar el eslabón perdido. Hoy paseado por el gölitzer park, que está a la vuelta de donde nos hospedamos, vi ese otro lado: 

1. Tolerancia a la "n" potencia para ciertas actividades que en otros países son castigadas con rigor (EUA): vender droga en el parque a cualquier hora del día (no así para pedir dinero en la calle, aunque en ciertos barrios empiezan a verse migrantes de Europa del este haciéndolo).
2. Quienes venden la droga son los migrantes africanos, en su mayoría, que te ofrecen sin reparo cuando andas por ahí.
3. Los que compran son los que consumen: berlineses, turistas, extranjeros, migrantes... Una cadena perfecta.
4. La policía se aparece a veces y no hace redadas.
6. La pregunta: la tolerancia es parte de una política pública y que alcance tiene? Si Alemania es un estado benefactor con una tasa de desempleo alta (por lo menos en Berlín) que lógica sigue mantenerse inmunes a ciertas prácticas, cuando además es un país con una política de control extrema.

Aunado a esto está lo que no se percibe y da el sentido de la perfección: la estandarización del comportamiento y las  conductas de esparcimiento. Es decir, evitar la espontaneidad, el contacto físico, las expresiones de alegría in extenso, entre otras.

En conclusión, para llegar a tal nivel de orden se debe tener un sistema de control introyectado que inhiba ciertas actitudes, conductas y comportamientos que, a su vez, permitan confundir legalidad con represión.


No hay comentarios:

Publicar un comentario