2.1.16

#212

Hoy inicia formalmente mi periodo sabático restante, según los documentos oficiales, por ello hoy me instalé en lo que será mi hogar de aquí a junio. Al llegar a Barcelona alquilé una habitación por airbnb. Sin duda esas habitaciones, en su mayoría, están pensadas para estancias muy cortas, dos o tres noches, yo me quedé 17 días y los últimos ya me pesaban. La colchoneta, en lugar de colchón, se fue amoldando a mi cuerpo y hundiendo hasta que conforme avanzaban los días podía sentir las tablas de lo que era una cama individual. Si a eso le sumamos el espacio reducido de mi recámara, la más "económica" del piso, dos de tres, y un solo baño para cuatro personas que se conocen de nada pero que comparten el mismo recipiente del cepillo de dientes, y que además se hablan lo mínimo porque no es necesario intimar cuando se está de paso, llegó un punto que prefería andar en la calle todo el día, no en plan sacrificio, afortunadamente estaba la comunidad cercana mexicana-catalana de fiestas varias. Y supongo que ese es el negocio de quienes hacen de su casa un hostal sin necesariamente ser hospitalarios. Lo de sustituir el hotel por airbnb tiene su punto interesante en la economía pero no en la colectividad. Se hacen reglas de convivencia, se establecen límites absurdos, como cerrar las puertas de las habitaciones con llave, y se pierde cualquier oportunidad de convivir con ese otro que está de paso. Por todo lo anterior, creo que lo que inició como una apuesta interesante de competir con los hoteles se ha reducido a un esquema de alquiler caro, de poca calidad y mal regulado. Si ya desde pequeña me gustaban los hoteles, después de esta experiencia, que no es la primera, regresaré al anonimato obligado de éstos. Por lo menos ahí sí puedo andar desnuda entre la habitación y el baño o dejar la puerta abierta en la madrugada para hacer pis.

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