17.1.16
#225
Las galletas príncipe son mis favoritas. Me gusta comerlas en la cama con un café. Si se puede acompañada, que así fue como las descubrí, está muy bien, y si no solo bajo las cobijas, escribiendo, leyendo o viendo el techo, también se está muy bien. Eso sí, ese placer solo los fines de semana. Sábado y/o domingo, que es cuando me tengo permitido quedarme en cama, no importa si son vacaciones o estoy de sabático. Hoy es uno de esos días. Escribo bajo las colchas comiendo una galleta príncipe (las mejores son las de España y no las de Marinela) y tomando café. Es domingo y no hay prisa por salir, menos si hace frío y está la calefacción prendida. Tampoco hay prisa para estar acompañada. Menos después de ver Langosta, la película. Me la reconendaron y fui corriendo a verla. Salí girando en un tacón. Una peli inteligente, cruda y cómica al mismo tiempo. Salí sin saber si era mejor estar sola o acompañada. Es decir, si el mensaje del director era alguno de los anteriores. Luego pensé que al director no le interesaba dar ningún mensaje, por eso el final abierto. En realidad estaba buscando una respuesta a mi duda perenne de ser o estar. No lo resolví. No lo voy a resolver. No quiero resolverlo. Me gusta la gente, me gustan los abrazos y los besos, me gustan los arrumacos, me gusta dormir sola, me gusta dormir de cucharita, me gusta compartir mi vida, me gustan los silencios, me gusta la complicidad, me gusta mi vida. Esto es lo que hay. Esto es el efecto de las galletas príncipe un domingo por la mañana.
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