1.1.16

Año sabático (continuación)

En 2013, con el inicio de mi primer año sabático, después de seis años ininterrumpidos como docente en la #uacm, un privilegio cada vez más escaso en las instituciones de enseñanza superior en el mundo, decidí escribir diariamente, a manera de manda, por 365 días. La intención, en ese momento, consistió en narrar cómo la experiencia creativa transforma la vivencia de mi propia escritura. 
Este ejercicio, titulado "año sabático", lo realicé durante siete meses de forma disciplinada. Algunos días con más emoción que otros y siempre con la voluntad de decir-me algo. Lo que fuera. 
Después de siete meses interrumpí mi #proyectosabatico para dedicarme a una labor que en ese momento resultaba más una aportación colectiva que un proyecto en sí mismo. Una aportación que entendía como la continuidad de la lucha por sostener un proyecto educativo complejo, pero que no respondía a intereses particulares. El día 211 (de 365), el 22/20/13, fue el último día que escribí algo referente a mi #proyectosabatico:

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Han sido dias de satisfacciones, augurios, presagios. Un proyecto une espíritus: se hacen amigos, cómplices, compañeros de combate. Frente a los ojos de dionisio las personalidades más sublimes desengranan sus convicciones y sus lealtades. Cumplí 39 años. Encontré con quien hacer un hogar. Estamos en busca de una casa. La manda de escribir se ve interrumpida.

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Cierro la página de un ejercicio lúdico de siete meses. Un ejercicio que debo rescatar, editar, publicar. Abro la puerta a otro ejercicio que debe ser igualmente lúdico, de otra forma no tendría caso emprenderlo. Un proyecto complejo, retador, enriquecedor. Un proyecto que me obliga a salir de mi soliloquio y considerar al colectivo.

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De lo escrito arriba solo fallé al momento de "hacer un hogar" en pareja. Y digo fallé sin autoconplacencia o exigencia desmedida. Sino con la certeza de que me equivoqué en varios momentos de mi(s) relacion(es). Lo que me ha permitido, a su vez, tomar la decisión de estar un tiempo sola para escucharme nuevamente sin la madeja de susurros amorfos que fui acumulando y se fueron confundiendo con exigencias e inseguridades personales.
Ahora tengo 41 años cumplidos y estoy en crisis. Una crisis aporetica: No siento la edad que tengo, no me gusta que me vean como señora (sobre todo ahora que llevo el cabello cano), pero a la vez disfruto mucho la calma y alegría de mi propio ritmo vital. Ya no hay prisa, ya no hay que quedar bien, ya no hay que estar con alguien. Con ser una misma es suficiente.
Pasaron poco más de dos años. Dos años en los que me agoté espiritual y mentalmente. Me aboqué de lleno al trabajo administrativo, a dar lo mejor de mí a esa lucha colectiva sin cortapisas y volví a fallar. A fallarme, me perdí entre el deber ser y la condición humana. Me exigí demasiado y al final terminé harta de todos. Paradójicamente, fueron sin duda dos años de muchos logros para la colectividad, algunos se desvanecieron de forma inmediata, otros nunca se reconocerán y el resto perdurarán en el recuerdo de alguien, de alguna de esas muchas personas con las que conviví.
Han pasado un par de meses después de que dejé ese encargo y hoy retomo mi #proyectosabatico con una ilusión enorme. Con una agenda abultada de aquí a cinco meses y con la energía para recuperar la experiencia creativa que se fue secando (quizá transformando en energía de sobrevivencia) durante los últimos dos años. Hoy retomo mi AÑO SABÁTICO, en/desde Barcelona, con la luminosidad del inicio de un nuevo año: 2016.


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