3.1.16

#213

En la tienda de la esquina le explico al dueño-dependiente en mi mexicano lo que quiero: un "convertidor" de corriente del continente americano al europeo (énfasis en continente, por aquello de que los gringos se han apropiado de "América" como nombre propio). Adaptador de corriente, me corrige. Eso, un adaptador. También quiero un cable de audio para conectar las bocinas a la computadora. Me observa y veo que no entiende lo que le pido, me traduzco: "del portátil al altavoz". Ah!, dice, ese no tengo pero es fácil de conseguir y no es caro. Mientras pago, me sonríe galantemente, y me pregunta de dónde vengo. México, contesto y le devuelvo la sonrisa. ¿Qué haces, vacaciones? Pienso en la respuesta más veloz (estaba desvelada y no tenía fuerzas para explicarle nada). De vacaciones largas, contesto con voz de mujer de mundo, rica y que se puede dar el lujo de tomarse unas "vacaciones largas". Me sorprendo del tono y del gusto que siento al decirlo. ¿Tienes familia aquí? Vuelvo a pensar la respuesta, y en el tono anterior le digo que no, amigos de la vida, solo. Eres como yo, dice. Continúa hablando pero he dejado de escucharlo porque en mi cabeza resuena "amigos de la vida". Salgo del local. 

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