22.5.13

Día 74

La ciudad embrutece, absorbe, aniquila lentamente como una droga que te hace estar alerta desde el momento que sales a la calle. La adrenalina sube por la cabeza y te coloca en un estado de ansiedad que nos hace accionar, actuar, movernos. La ciudad es un monstruo y hay que salir de ella de vez en cuando para no perdernos en el laberinto de la hiper-realidad.

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Encuentro de amigas regocija el corazón. Al pasar o a pesar de los años seguimos siendo las mismas. Nos buscamos, nos dejamos, nos volvemos encontrar. Una tarde aireada de primavera en Coyoacan es testigo de nuestras confidencia, de nuestros lamentos, de nuestras culpas, como lo hicimos hace 10 años o más. Qué ha cambiado? Quizá nosotras, nos hemos hecho adultas, cautelosas, miedosas, pero también hemos aprendido a dialogar con nuestras carencias y a tenernos paciencia. Cuán necesario es saber que nos tenemos un a la otra aunque nos dejemos de ver o de hablar por largo tiempo.

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Recostada en la cama con tal televisor prendido. Me siento extraña. He perdido algo en el camino. Me siento ligera. Cuántos viajes más debo hacer para que la terapia de contraste me cure del todo? Quizá deba viajar toda la vida.

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